By Eva M. Ruiz _ Operations & Sales Manager NETWORKIA

Estamos aprendiendo. El mundo se paró hace casi cuatro meses, y estamos aprendiendo. Aprendiendo a entender qué ha pasado en nuestras vidas, intentando desgranar por qué nuestra rutina ha tenido que cambiar. Quedarnos en casa y hacer teletrabajo, renunciar a entrar en la cafetería de al lado de la oficina cada mañana, donde a diario te reencuentras con las mismas personas, ya casi como si fueran compañeros de viaje en tu día. Subir en el ascensor, cruzarte con César que siempre lleva su café en la mano, y no le falta nunca una sonrisa ni la conversación de lo que nos deparará el día. Recorrer las instalaciones y encontrarte con Rubén, que siempre mira de frente con ojos llenos de proyectos que se transmiten en sus gestos, en su forma de saludarme. Reservar la sala para Elisabeth que vuelve a recibir a un cliente. El teléfono que suena, a veces varias líneas a la vez, el sonido de cada correo que llega a la bandeja de entrada. El perfume que Bertha usa cada mañana para ambientar nuestras oficinas, ese que identifica que estamos en nuestro puesto de trabajo, rutina que ahora se ha parado. El mundo se ha parado.

Estamos aprendiendo a echar de menos las cosas cotidianas que antes teníamos. En este tiempo hemos experimentado el teletrabajo, y ahora más que nunca deseamos ese encuentro en el ascensor, el sonido acelerado de los correos entrantes, el teléfono que no para, las largas jornadas donde no has tenido tiempo ni de mirarte al espejo, echamos de menos a nuestros vecinos de oficina, a nuestros clientes, las conversaciones que arreglan el mundo antes o después de firmar un contrato con un cliente, donde acabas de iniciar una nueva alianza.

Estamos aprendiendo, aprendiendo a valorar que estar en un espacio donde existe una comunidad, es crear una familia que has elegido para tu vida profesional. Y esa familia, es la que uno aprende a echar de menos cuando el mundo se para.